Tener 26

Tengo 26 años y casi cuatro meses. 26. Caen cubitos de hielo que esquivan mi blusa y se deslizan por la espalda. Cada vez más cerca del no ser. En realidad, lo que más pánico me da no es la edad, sino la cercanía a la muerte. Dejar de ser joven es comenzar a ser viejo, y serlo es estar un paso más adelante que los demás, y en este caso en particular, no me gusta nada la idea.

Es cierto que no tenemos la vida asegurada. Igual podría caerme encima la casa, una bala perdida, un elefante de orejas efectivas... qué sé yo, y morir. Pero dejando de lado esas muertes tan violentas, una aspira a morir de vieja, no sé, a los 80 años (y ya me faltan sólo 54).

Pasan tan rápido los días... Y lo peor de todo, los dejo ir tan dócilmente... Hoy por ejemplo, nada hice, sólo me levanté casi a medio día, vi una película que ya había visto fácil unas 4 veces, comí, encendí la compu y dejé mis horas en fin, posadas en la pantalla. Y son las 2:34 am, es decir, hoy se me hizo ayer y nada importante pasó (además de bajones emocionales y decisiones que no sé si seguirán en pie mañana -perdón, hoy-).

No quiero ser una más que deja pasar los días, meses, años que desembocan en un toda la vida así como así, sin chistar. ¿Qué hago entonces? Porque me da un coraje cabrón el sólo pensar que vine al mundo a lo animal, que sólo conoceré lo que esté frente a mi nariz y tantos rincones quedarán sólo para mi imaginación. Me da coraje estar aquí y no experimentar qué se siente pasear por alguna provincia peruana este fin de semana, no experimentar qué se siente tener la voz que Whitney dejó que el ratón se llevara, no saltar al vacío desde lo alto con un paracaídas naranja porque me da miedo la altura, y además no tengo con qué pagar un viaje de esos, ni tengo un paracaídas naranja.

Si hemos venido aquí debería ser para pasar por todo, ¿no les parece? ¿Con quién se puede quejar una? A ver, ¿quién me trajo aquí si el plato estaba vacío? ¡¡Vuélvete polvo si tal venías hecho!!
Perdón, me gana la rabia.

Y estoy entonces aquí. Las 2:46 am y yo escribiendo la cuarta entrada a mi blog en menos de 24 horas (o la tercera, qué importa) en lugar de ir a caminar por la carretera como tantas veces se me ha antojado, descalza, sintiendo el frío y arrugado pavimento. Oler la noche. Agudizar el oído para escuchar los carros que ya se van acercando. Pero no. Escribo esta entrada que vayan a saber a qué hora, en qué párrafo terminará. Todo porque me da miedo salir a esta hora. Porque algún asesino, un violador, un secuestrador, un cualquiera no respete mi libertad y entonces sí, adiós mundo cruel mucho antes de tiempo.

A ver qué me invento, pero esto no puede continuar así. 

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