Así somos los tímidos

Es sabido por todo quien me conoce, que soy tímida. Me cuesta hablarle a la gente, soy reservada, no hablo de mis sentimientos fácilmente... en realidad creo que sólo en algún par de ocasiones lo  he hecho y sólo "mostrando un tobillo". 
En relación a la gente tímida, posteo un fragmento de este ensayo que acabo de leer en la revista Replicante: "Defensa de la timidez", de Joaquín Peón Iñiguez. Para él:
 
 
"Definir el perfil del tímido es como buscarle forma a las nubes. Podría distinguirse como un individuo sensible, buen escucha, modesto, empático, desapegado, reflexivo y autocrítico; pero también como narcisista, neurótico, obsesivo, depresivo, miedoso, con trastornos de ansiedad y esclavo de la razón. Percibe la fragilidad del mundo a través de las sutilezas del lenguaje y como penitencia fue privado de la carcajada. Desde su estar callado puede ser un juez despiadado del hombre o un romántico que se enamora a la menor provocación. Como los voyeuristas de Kieslowski, su habitación cumplirá la función de templo y será a través de la mirada que exista."
 
 
Pues bien amigos, todo es cierto. Saben que los dejo hablar cuando platican conmigo, y mientras lo hacen, analizo su discurso no para encontrar su hilo negro, sino porque lo hago naturalmente. Cuando preguntan, cansados de hablar, ¿y tú qué cuentas?, ¿qué hay de nuevo?, yo contesto: nada, todo sigue igual... pero cuéntame más. Y así, de alguna manera logro evadir mi responsabilidad de hablar de mí y consigo trasladar mi turno a uno segundo suyo.
Ser tímida no me ha traído nada extraordinariamente bueno, pero sí una que otra cosa. La gente cree que soy muy inteligente porque observo mucho, y cuando me decido a hablar, esperan que alguna genialidad salga de mi boca. En realidad, mi mente no es nada del otro mundo; aunque sí observo y analizo, simplemente soy yo, quien nunca ha descubierto nada maravilloso o útil para esquivar el final de la vida.



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