Acabo de leer esto: Salir con chicas que no leen / Salir con chicas que leen, y creo que estoy en busca de eso, de salir con alguien que lee, pero no de esos lectores que se jactan de devorar libros de mil páginas que versan sólo sobre amores y vicisitudes de adolescentes. De preferencia que no se trate de sagas por más vendidas que sean -menos si han sido llevadas exito$amente al cine-.
Imagino esta escena: entro en una librería, pero no en una cualquiera, sino en una con aires de clandestinidad, de esas que no están llenas de gente que choca aquí y allá en busca de agendas de Hello Kitty. Allá, en el pasillo donde se ven pilas de libros por ordenar, está él. Es obvio que está inmerso en su mundo, que no sabe lo que busca porque prefiere guiarse por lo que encuentra y entonces descubrir que era precisamente lo que está entre sus manos lo que necesitaba; él se deja seducir. Abre un libro de dimensiones nada pretenciosas y lee el índice. Luego, acerca el objeto a su nariz y adivina quién fue su anterior dueño. Las notas hechas con lápiz en los márgenes las encuentra definitivamente más irresistibles que el mismo texto del libro.
Yo no necesito a alguien que lea 12 horas al día, o que lea sólo a los clásicos. Me gustaría alguien que lea sólo lo imprescindible -según él, no la crítica-, pero eso sí, que lea también todo lo que no tiene letras, que lea la vida y que goce interpretando aun sus pasajes más terribles.
No me gustan los que leen y lo tienen escrito en su tarjeta de presentación, sino los que descubres que leen porque en algún momento del día te dicen: usted se parece al personaje de tal novela.
Pedir que le fascine Bukowski o le guste el cine de Waters seguro sería demasiado.
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