Mis vacaciones de fin de año (1 de 2)

Estos días han sido una muerte chiquita.
Todos saben lo asocial que soy, que prefiero morir de hambre encerrada en el cuarto si de evadir a la familia se trata; sin embargo, mis papás siguen invitando a gente y más gente a la casa.
Extraño estar sola, comer sola, platicar sola, y todavía faltan días para poder regresar a Colima. ¡Ya que se acaben las fiestas!
Mis escasas actividades son: levantarme a las 10 de la mañana, desayunar como si fuera comida (no sé cuánto habré subido de peso hasta la fecha) porque aquí así se desayuna; hablar con la familia de cualquier nada y regresar a la cama a dormir otro par de horas. Levantarme a comer, ver la tele con la familia, platicar de más nadas, bañarme y tratar de salir sola pero ir acompañada a última hora por cualquiera de mis familiares. Dar una vuelta y regresar a casa a cenar, ver la tele, platicar de nadas, bañarme y dormir.

En Colima, sola, hago mucho menos, pero qué feliz me pone el no tener que contestar qué quiero comer, a dónde voy y por qué no los invito.

Se confirma mi tesis, tanto la familia como Manzanillo son buenos pero sólo en pequeñísimas dosis.

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