Para mí, hay dos formas de afrontar la tristeza: pasar la página o vivirla de lleno, "a palo seco" como dicen en Colombia. La primera es fácil, simplemente me doy cuenta de que todo podría ser peor, relativizo las cosas y ya está. [Ignoro si en alguna especie de limbo todas las penas no superadas se me vayan acumulando para, de un día a otro, una madrugada en la que esté durmiendo a pierna suelta, lleguen con la guillotina sobre el hombro y me den cuello].
Vivir las penas plenamente también es vivir. Se sufre, pero el sufrimiento es parte de la vida, es un recordatorio de que estamos sobre la tierra vivos. Cuando algo sale mal, o simplemente hay un polvito contaminante en el aire que me hace ver las cosas de manera pesimista, a veces me gusta dejar que la tristeza me tome en sus garras, que me sacuda.
No obstante lo anterior, siempre sé reconocer que me estoy dejando llevar, que en el momento en que lo decida puedo dar carpetazo al tema. Todo sea por no permanecer infranqueable a las sensaciones del mundo.
Un poema de mi César Vallejo para esta entrada.
"Y si después de tantas palabras"
¡Y si después de tantas palabras,
no sobrevive la palabra!
¡Si después de las alas de los pájaros,
no sobrevive el pájaro parado!
¡Más valdría, en verdad,
que se lo coman todo y acabemos!
¡Haber nacido para vivir de nuestra muerte!
¡Levantarse del cielo hacia la tierra
por sus propios desastres
y espiar el momento de apagar con su sombra su tiniebla!
¡Más valdría, francamente,
que se lo coman todo y qué más da...!
¡Y si después de tanta historia, sucumbimos,
no ya de eternidad,
sino de esas cosas sencillas, como estar
en la casa o ponerse a cavilar!
¡Y si luego encontramos,
de buenas a primeras, que vivimos,
a juzgar por la altura de los astros,
por el peine y las manchas del pañuelo!
¡Más valdría, en verdad,
que se lo coman todo, desde luego!
no sobrevive la palabra!
¡Si después de las alas de los pájaros,
no sobrevive el pájaro parado!
¡Más valdría, en verdad,
que se lo coman todo y acabemos!
¡Haber nacido para vivir de nuestra muerte!
¡Levantarse del cielo hacia la tierra
por sus propios desastres
y espiar el momento de apagar con su sombra su tiniebla!
¡Más valdría, francamente,
que se lo coman todo y qué más da...!
¡Y si después de tanta historia, sucumbimos,
no ya de eternidad,
sino de esas cosas sencillas, como estar
en la casa o ponerse a cavilar!
¡Y si luego encontramos,
de buenas a primeras, que vivimos,
a juzgar por la altura de los astros,
por el peine y las manchas del pañuelo!
¡Más valdría, en verdad,
que se lo coman todo, desde luego!
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