No tengo tema para esta entrada, pero ya que me había propuesto publicar una vez por día y ya van como 3 que no lo hago, aquí va esto que no sé en qué terminará.
Para comenzar, pondré una imagen al azar (bueno, la primera que llame mi atención) de las que tengo guardadas en algún sitio entre tanta basura electrónica. Veamos...
Esa me gustó porque me encanta El bebé de Rosemary. Hace mucho que no la veo, pero si algo no he de olvidar jamás, ha de ser esa última escena en la que Rosemary mira a su bebé, horrorizada, y lo toma entre sus brazos. Simplemente genial.
Hay otra película, Grace, que tiene algo del final de Rosemary. Se trata de una mujer que trae a este mundo cruel una bebé adicta a la sangre. Es un pequeño monstruo que conforme pasa el tiempo se muestra más y más hambriento, y no de leche ni de Gorditas Doña Tota precisamente. La madre defiende a su bestiecilla contra todos y le permite que chupe de su sangre -ya no recuerdo si la sangre de otros también, pero supongo que sí-. Al final, ¡resulta que a la niña le empiezan a salir los dientes!, así que "te llamabas" teta de la mamá; se la come (sin albur).
Pasando y para finalizar de una vez, a la literatura, hay dos autores que me vienen a la mente en este momento, y que son dos de mis narradores favoritos: el maestro Charles Bukowski y Guillermo Fadanelli. Si han leído Hijo de Satanás del primer autor [1], recordarán que en el cuento que da título al libro, se muestra a un infante con toda la maldad del mundo en su pequeño cuerpecillo. Qué inocencia ni qué nada, dicen ambos escritores. Los niños también traen vicios, traen el gusano de la perversidad en sus genes. A continación, una cita de una novela de Fadanelli que ilustra un poco la percepción que tienen ambos escritores (entre muchos otros) de los niños:
"La inocencia infantil es un cuento de hadas que los adultos se cuentan a sí mismos para tranquilizarse, es un eufemismo. Y es que la imagen de amamantar a las pequeñas bestias depredadoras y malvadas no debe de ser una actividad placentera. Es más conveniente para el mundo pensar que los niños son inocentes y distintos de los adultos." (Fadanelli, Educar a los topos: 62)
Ahora sí para finalizar. No puedo cerrar el tema sin mencionar siquiera a "El niño proletario" [2], un cuento del maldito y maravilloso Osvaldo Lamborghini que también explota la vileza de los cachorros humanos. Es un cuento formidable que por lo menos a mí me resulta muy pesado, difícil de leer sin que se me revuelva la buena conciencia y un poquito el estómago tal vez.
Eso es todo por ahora en esta entrega de Entrada improvisada.
Saludos cordiales,
Krishna E.
Eso es todo por ahora en esta entrega de Entrada improvisada.
Saludos cordiales,
Krishna E.
¡Y que viva la familia!
Comentarios
Saludos!
:)