Este par de canciones maravillosas, me parece, son los verdaderos himnos urbanos de esos "países" casi continentes llamados Buenos Aires y Distrito Federal.
Por una parte, "La ciudad de la furia" de Soda Stereo habla del anonimato en el que viven los citadinos: "Donde nadie sabe de mí y yo soy parte de todos". Es parte de esa masa que fluctúa por las calles ajadas por el tiempo y por los pasos.
Yo conocí el lado amable de Buenos Aires allá por 2007, pero al pasear en el metro me di cuenta de otro perfil de aquella excelsa ciudad, las casas amontonadas que lucían tendederos a reventar de ropa sencilla, de la prole. Y eso sí, por todos lados, ríos de gente que andaba como caballo con anteojeras, mirando hacia adelante para esquivar cualquier bulto a fin de llegar a su destino.
Luego tenemos "Un gran circo" de La maldita vecindad. Una descripción del Distrito Federal donde retrata exactamente lo que pude observar durante mi estadía allí. "En las calles no hay telón, así que puedes mirar", dice la canción, y es verdad.
Se trata de un espectáculo multicolor, multicultural, donde en una esquina puedes ver un monumento a los héroes nacionales y en la otra un McDonald´s, un vendedor de papas que te pregunta ¿con todo? y les pone salsa Valentina y salsa Inglesa.
"En las calles hay color" a pesar de la precaria situación económica de la gente que salta de prisa de un metro a otro. Conviven en una misma calle prostitutas obesas y hoteles de 4 estrellas, una iglesia que es casi escombros y el mesero de una fonda que se nota cansado a las 8 de la mañana.
Ambos, Buenos Aires y DF, son continentes desgastantes para una ciudadana de Pueblópolis, pero tan fascinantes como si se encontrara de pronto con un universo paralelo que está ahí ahora, en este momento existiendo. Mientras escribo esto desde mi rincón tranquilo, hay una realidad alterna en la que gente "todo terreno", con historia larga y distinta conviviendo en una misma bola de cristal, vive el pasado, presente y futuro de toda la humanidad a un mismo tiempo.
Comentarios