Si mi mamá me hubiera enseñado a
decir Te amo, se lo diría todos los días. Si me hubiera enseñado a decir
cosas bonitas, a dar abrazos, a expresar mi cariño, a dar besos, a tomar la
mano, a decir lo que sólo soy capaz de escribir, se lo diría, se lo daría todos
los días. Pero no me enseñó.
Ella me dice que me ama, me hace
cariños, me abraza, me da besos y toma mi mano de otra forma: ella me llena el
estómago con sus mejores platillos, me dice que soy inmadura porque no sé
comer, dice que no me quiero porque detesto las verduras y el pescado; en
resumidas cuentas: me querría dar la inmortalidad, si es posible, derivada de
una buena alimentación, de una buena salud.
Mi mamá trató de enseñarme a
alimentarme sanamente, pero soy necia y no quise aprender. Ojalá me hubiera
enseñado mejor a decir Te amo; así me habría ahorrado fingir que me gustaba
el caldo de pescado cuando era niña para tener su aprobación, para demostrarle que
la amo por sobre todas las cosas, por
sobre todas mis cosas, por sobre todos.
Comentarios