Entrada almacenada (febrero, 2016)


Hace algunos meses escribí algo que tenía pensado publicar en el blog, pero que no me animé, pues no tenía intención de publicar semejante ventaneo de mis pérdidas. Lo publico ahora porque ya no hay más en el fondo, no queda ni morralla para volver a apostar.

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Heme aquí, tratando de descifrar los últimos eventos en un ordenador que apenas responde después de días abandonado, entre vivo y muerto como el gato de Schrödinger, dentro de una bolsa que elegí de entre muchas posibilidades: una verde, una negra y una azul con dibujitos que alguien tardó horas, meses en diseñar, y que jamás sabré sus motivos personales e impersonales por los cuales decidió usar tal o cual color.

Aquí, después de mirar por la ventana y observar a un personaje pesadillesco, parado en ese semáforo que me embelesa por las madrugadas insomnes, que se ha vuelto mío porque lo he adoptado. Tal personaje o bien es barbado o bien tiene un pasamontañas y deambula en derredor de mi semáforo con la llana intensión de asaltar a algún transeúnte, a algún conductor, mientras está la luz roja.

Se fue hace dos minutos y se perdió entre casas y noche. ¿A dónde va?, ¿de dónde vino?, ¿qué hacía ahí? ¿por qué lo miré yo? ¿Todo es arbitrario, es planeado? ¿Todo está en tal o cual lugar por algo o porque sí, deliberadamente?

Heme aquí tratando de descifrar los últimos eventos, de lo que ha sido este último año en mi vida, vida entre millones, millones de vidas quizá distintas y quizá coincidentes. El último año de una vida, que es la mía.

Ese año concluyó hace unos días: se me presentó de golpe como si fuera un año perdido, como si después de depositar ficha tras ficha los días, la máquina tragamonedas me escupiera el resultado. Uno espera obtener ganancias, aprendizajes, algo, algo, lo que sea. Aparentemente, la máquina tragamonedas escupió un recibo simplemente, cuya leyenda decía: “pasó un año”, pero lo informa simplemente; no hay más, no hay nada, la máquina se tragó mis monedas y me dejó una especie de ficha que ni siquiera dice: “sigue participando” o “no participes más”. Nada.

Haciendo conciencia acerca de los últimos eventos, sorprendentes, desquiciantes, asombrosos, malparidos eventos, extraordinarios eventos, sonrisas, miradas, frases mal o bien interpretadas en esos eventos; tal parece que son arbitrarios y llegaron porque sí, porque tenían que llegar o porque llegaron sin más y no hubo fuerza humana que los pudiese evadir.

Hace un año qué sabía lo que iba a vivir y desvivir, los días perdidos, los días en que regresé a casa ilusionada y en los que volví con una derrota para acomodar en mi estante. Yo qué sabía. ¿Por qué pasaron las cosas que pasaron? ¿Para qué? ¿Valieron la pena? ¿Qué es valer la pena? No supe, no sé y qué voy a saber del por qué me pasaron estas cosas, por qué las viví de tal manera, por qué dije unas cosas y por qué callé otras, por qué con esa persona y ese conjunto de personas, ¿qué había ahí de especial? ¿por qué no de otra forma?

No tengo idea de nada. Heme aquí tratando de descifrar los últimos eventos sin ton ni son, por ocio, sabiendo que al final de la hoja seguiré sin respuestas, a menos que invente o bien que fue por mi bien o bien porque tenía que irme mal porque sí, porque lo merezco o simplemente porque vivo y cosas como estas pasan a los que estamos vivos.

Todo es tan francamente relativo, todo puede ser de una u otra forma o de ambas traslapadas. Sólo queda pretender tomar las riendas y guiar el carruaje hacia una u otra dirección. Los últimos eventos, que quizá por ser recientes no alcanzo a entender, no me dicen gran cosa, por su falta de sentido me hacen comprender sólo algo: nada tiene importancia. Como dicen Lamborghini: si no hay solución, tampoco hay problema. Si no hay forma de vivir de otra forma ese año, ese año es irremediable y por tanto, hay que verlo alejarse junto al resto.

Para qué estar triste, para qué sentirme avergonzada, ridícula. ¿Alguien puede realmente modificar algo en mí? ¿Soy tan incierta, tan sin sentido como estos sucesos, el destino o la ausencia de éste? La única auténtica certeza que tengo soy yo misma, con todo lo que mis circunstancias y mis procesos y resultados mentales han aterrizado en mí y han vertido en mi forma de ser, en mi forma de no ser, en lo que soy para mí y para los otros que me importan y los otros que no me importan.

Sigo siendo la misma a pesar de cualquier evento que haya pasado en ese año sin sentido. Sigo en el fondo con ideas que tienden a cierta dirección, con la imaginación que crea los mismos monstruos horrendos y las mismas fantasías hermosas. Soy lo que he pensado durante 30 años y poco más de 3 meses, lo que he omitido y lo que he dejado ver al mundo, así como los motivos para hacer o no hacer una u otra cosa.

Dejo de tener un nombre porque ni siquiera éste me representa, deja de importar lo que piensen, cómo me vean, cómo me juzguen porque tampoco me representa. Soy yo de aquí para adentro, no hacia afuera, porque en el exterior todo tiende a volatizarse, a confundirse con los eventos sin sentido.
Nunca en mi vida estuve tan sobreexpuesta, nunca hablé tanto de lo que pensaba y lo que sentía, jamás me abrí de esta manera, al grado de ser un bolsillo tornado hacia afuera. Sin embargo, hablar de ciertas cosas no es hablar de todo lo que soy, porque todo al externarse se expande y se contrae, pierde su esencia porque sólo sale fragmentado, limitado por el lenguaje incapaz de comunicar la esencia de todo lo que contiene mi persona y mi sentir.

Sigo estando en mí aunque algo haya salido a tomar aire y vuelto a casa más tarde, confundido, a comunicar al resto que no entendió.

Quizá para la próxima haya más suerte.

Quizá más tarde lleguen las respuestas.


Quizá nada. 


(11/08/2016)
Acabo de escuchar "Lady blue" y me parece que queda genial en esta entrada.


"Desde hoy no temas nada, no hace falta ya; todo se fue con el huracán"

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