Hace algunos meses escribí algo que tenía pensado publicar en el blog, pero que no me animé, pues no tenía intención de publicar semejante ventaneo de mis pérdidas. Lo publico ahora porque ya no hay más en el fondo, no queda ni morralla para volver a apostar.
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Heme aquí, tratando de descifrar
los últimos eventos en un ordenador que apenas responde después de días
abandonado, entre vivo y muerto como el gato de Schrödinger, dentro de una
bolsa que elegí de entre muchas posibilidades: una verde, una negra y una azul
con dibujitos que alguien tardó horas, meses en diseñar, y que jamás sabré sus
motivos personales e impersonales por los cuales decidió usar tal o cual color.
Aquí, después de mirar por la
ventana y observar a un personaje pesadillesco, parado en ese semáforo que me
embelesa por las madrugadas insomnes, que se ha vuelto mío porque lo he
adoptado. Tal personaje o bien es barbado o bien tiene un pasamontañas y
deambula en derredor de mi semáforo con la llana intensión de asaltar a algún
transeúnte, a algún conductor, mientras está la luz roja.
Se fue hace dos minutos y se
perdió entre casas y noche. ¿A dónde va?, ¿de dónde vino?, ¿qué hacía ahí? ¿por
qué lo miré yo? ¿Todo es arbitrario, es planeado? ¿Todo está en tal o cual
lugar por algo o porque sí, deliberadamente?
Heme aquí tratando de descifrar
los últimos eventos, de lo que ha sido este último año en mi vida, vida entre
millones, millones de vidas quizá distintas y quizá coincidentes. El último año
de una vida, que es la mía.
Ese año concluyó hace unos días:
se me presentó de golpe como si fuera un año perdido, como si después de
depositar ficha tras ficha los días, la máquina tragamonedas me escupiera el
resultado. Uno espera obtener ganancias, aprendizajes, algo, algo, lo que sea.
Aparentemente, la máquina tragamonedas escupió un recibo simplemente, cuya
leyenda decía: “pasó un año”, pero lo informa simplemente; no hay más, no hay
nada, la máquina se tragó mis monedas y me dejó una especie de ficha que ni
siquiera dice: “sigue participando” o “no participes más”. Nada.
Haciendo conciencia acerca de los
últimos eventos, sorprendentes, desquiciantes, asombrosos, malparidos eventos,
extraordinarios eventos, sonrisas, miradas, frases mal o bien interpretadas en
esos eventos; tal parece que son arbitrarios y llegaron porque sí, porque
tenían que llegar o porque llegaron sin más y no hubo fuerza humana que los
pudiese evadir.
Hace un año qué sabía lo que iba
a vivir y desvivir, los días perdidos, los días en que regresé a casa
ilusionada y en los que volví con una derrota para acomodar en mi estante. Yo
qué sabía. ¿Por qué pasaron las cosas que pasaron? ¿Para qué? ¿Valieron la
pena? ¿Qué es valer la pena? No supe, no sé y qué voy a saber del por qué me
pasaron estas cosas, por qué las viví de tal manera, por qué dije unas cosas y
por qué callé otras, por qué con esa persona y ese conjunto de personas, ¿qué
había ahí de especial? ¿por qué no de otra forma?
No tengo idea de nada. Heme aquí
tratando de descifrar los últimos eventos sin ton ni son, por ocio, sabiendo
que al final de la hoja seguiré sin respuestas, a menos que invente o bien que
fue por mi bien o bien porque tenía que irme mal porque sí, porque lo merezco o
simplemente porque vivo y cosas como estas pasan a los que estamos vivos.
Todo es tan francamente relativo,
todo puede ser de una u otra forma o de ambas traslapadas. Sólo queda pretender
tomar las riendas y guiar el carruaje hacia una u otra dirección. Los últimos
eventos, que quizá por ser recientes no alcanzo a entender, no me dicen gran
cosa, por su falta de sentido me hacen comprender sólo algo: nada tiene
importancia. Como dicen Lamborghini: si no hay solución, tampoco hay problema.
Si no hay forma de vivir de otra forma ese año, ese año es irremediable y por
tanto, hay que verlo alejarse junto al resto.
Para qué estar triste, para qué
sentirme avergonzada, ridícula. ¿Alguien puede realmente modificar algo en mí?
¿Soy tan incierta, tan sin sentido como estos sucesos, el destino o la ausencia
de éste? La única auténtica certeza que tengo soy yo misma, con todo lo que mis
circunstancias y mis procesos y resultados mentales han aterrizado en mí y han vertido
en mi forma de ser, en mi forma de no ser, en lo que soy para mí y para los
otros que me importan y los otros que no me importan.
Sigo siendo la misma a pesar de
cualquier evento que haya pasado en ese año sin sentido. Sigo en el fondo con
ideas que tienden a cierta dirección, con la imaginación que crea los mismos
monstruos horrendos y las mismas fantasías hermosas. Soy lo que he pensado
durante 30 años y poco más de 3 meses, lo que he omitido y lo que he dejado ver
al mundo, así como los motivos para hacer o no hacer una u otra cosa.
Dejo de tener un nombre porque ni
siquiera éste me representa, deja de importar lo que piensen, cómo me vean,
cómo me juzguen porque tampoco me representa. Soy yo de aquí para adentro, no
hacia afuera, porque en el exterior todo tiende a volatizarse, a confundirse
con los eventos sin sentido.
Nunca en mi vida estuve tan
sobreexpuesta, nunca hablé tanto de lo que pensaba y lo que sentía, jamás me
abrí de esta manera, al grado de ser un bolsillo tornado hacia afuera. Sin
embargo, hablar de ciertas cosas no es hablar de todo lo que soy, porque todo
al externarse se expande y se contrae, pierde su esencia porque sólo sale
fragmentado, limitado por el lenguaje incapaz de comunicar la esencia de todo lo
que contiene mi persona y mi sentir.
Sigo estando en mí aunque algo
haya salido a tomar aire y vuelto a casa más tarde, confundido, a comunicar al
resto que no entendió.
Quizá para la próxima haya más
suerte.
Quizá más tarde lleguen las
respuestas.
Quizá nada.
(11/08/2016)
Acabo de escuchar "Lady blue" y me parece que queda genial en esta entrada.
(11/08/2016)
Acabo de escuchar "Lady blue" y me parece que queda genial en esta entrada.
"Desde hoy no temas nada, no hace falta ya; todo se fue con el huracán"
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