Hay una discusión entre literatos en la que se trata de mostrar quién es mejor, Elena Garro u Octavio Paz. Ante insultos a Paz, sus defensores escriben cosas como:
"Ya quisieran escribir la cuarta parte de lo que él escribió. Esta jovial escuela del resentimiento región cuatro es muy fructífera, la única obra que producen, y que les leen, son bromas y memes." - J. L.
Lo que sucede es esto: acaban de publicar un libro en el que se ningunea la figura de Elena dejando su talento en segundo o diezmilésimo plano, al privilegiar su envidia ante la genialidad de Paz, entre otras "joyitas" de su pretendida personalidad. (Lee un poco de lo que hablo, aquí)
Por supuesto, quienes admiran a la escritora han salido a defenderla a toda costa, llevándose entre los pies a Octavio. A partir de lo anterior, pienso lo siguiente:
Me parece excelente que defiendan la calidad de la pluma de Elena Garro, de su figura, de su independencia artística, pero ¿es necesario minimizar a Paz? En una pareja tan talentosa, ¿solo puede haber un genio de las letras?, ¿el talento de uno tiene que ser más aplaudido que el del otro?
Comprendo y aplaudo la iniciativa de las literatas que llevan el estandarte del feminismo (que también es el mío) y están en contra de que no se reconozca el valor artístico de una Elena Garro a la que han llamado envidiosa, loca, sombra de su exesposo; pero una cosa es esto, y otra es hacer la vista gorda e ignorar un talento tan importante (ni mejor ni peor, ni en comparación ni en lucha) como el de este escritor.
Arriba, una cintilla apócrifa, que fue respuesta a la verdadera cintilla del libro sobre Elena:
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