En persona he
visto cómo un sujeto, en el delirio de sus mañanas abstemias, se sienta en la
banqueta con una libreta ajada y una lapicera que mancha su mano, a escribir su
propia versión de la Santa Biblia. Según el escritor Guillermo Fadanelli, y
valga la comparación pagana, todo libro lleva como propósito implícito el ser
una Biblia comprimida en sí para el receptor, mientras lo está leyendo. Un
libro se convierte en una religión en la que se sumerge, con fe, mientras es
parte de ese submundo literario.
En
lo personal, creo que todos tenemos una Biblia que vamos configurando de
acuerdo con nuestros valores, nuestros prejuicios, la forma de observar e
interpretar el mundo. A partir de este legajo de qué sí está bien y qué no, qué
es moral y qué es amoral, cómo se debe escribir y cómo no, qué se debe contar y
qué ocultar, construimos una guía para vivir el mundo y sus relaciones, e
intentamos convencer a los demás de que nuestra versión de esta Biblia es la
buena, es la efectiva; pero hay tantas Biblias como personas en el mundo.
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